Las
manos en los bolsillos, las gafas de sol como arma para evitar el contacto
visual y los cascos con esas canciones que sólo escuchas en determinados
momentos de tu vida… Paseo por la calle sin prestar atención a nada, necesito
evadirme un rato, tomar aire y reflexionar después de todo lo acontecido estos
días… Me siento en un banco y fijo la mirada en un pequeño árbol que han
plantado hace unos días, siempre me había preguntado cómo algo tan grande podía
ser sujetado por tierra y aunque cualquier biólogo podría darme una explicación
de lo más razonable, me gusta pensar que la tierra es como una madre… Protege,
alimenta, defiende... Pero, ¿qué pasa cuando no está? Pues que hay que aprender
a vivir sin ella, que hay que adaptarse a las nuevas circunstancias, porque uno
nace, crece, se reproduce y muere. La verdad es que me encanta como las
ciencias simplifican todo tanto… Somos eso, algo finito que tiende a
reproducirse para que el proceso vuelva a repetirse y, sin embargo, en medio de
todo eso ¿qué queda? Si nuestra única misión en la Tierra es la de
reproducirnos, ¿por qué dedicamos
nuestra vida a sentir?, ¿por qué condicionamos nuestra existencia a buscar esa
media naranja o a probar mandarinas hasta encontrarla?, ¿por qué la condicionamos
al qué dirán o a competir con el de al lado por ser mejor?... ¿Por qué?...
Un
balón acercándose a mis pies me hace salir de esa evasión repentinamente, lo
paro con el pie y pocos segundos después aparece un niño de unos dos años
luchando por correr sin caerse en busca de su preciado juguete, se lo doy y se
marcha con una sonrisa de oreja a oreja de esas que hace mucho que no aparecen
en mi rostro… -“¡Muchas gracias!”- me giro al oír la voz y veo a la madre de la
criatura que parece estar muy agradecida ante mi gran proeza- “¡De nada!- le
contesto.
Me
tumbo en el banco sin importarme las miradas de los allí presentes, esta
postura me permite observar el cielo y hacer de “nubeóloga”, sí, así creía que se
llamaban los que analizaban las formas de las nubes cuando era pequeña… A eso
me dedico sin mirar el reloj, por una vez quiero dejar que el tiempo vuele como
ese pájaro que planea sobre los árboles esquivando las ramas… ¿Qué habrá más
allá?, ¿será cierto que hay otros sitios ahí arriba como la Tierra?, ¿se
apagará el Sol algún día? ¿y eso de los agujeros negros?... Siempre he pensado que si todo el dinero
destinado a la NASA se dedicara a estudiar la Tierra y paliar, por ejemplo, el
hambre quizá nos iría mejor. Un astrónomo, o un físico o cualquier persona
especializada en este ámbito me diría que la vida de la Tierra terminará en
algún momento y que terraformar otros
planetas posibilitando la vida humana en ellos es una forma de prolongar
nuestra existencia… Aunque sería una explicación lógica, vuelvo a eso de
“nacer, crecer, reproducirse y morir” si ese es nuestro ciclo vital ¿por qué
nos interesa tanto invadir otros sitios y modificarlos para poder vivir en
ellos?, ¿y si nos preocupamos por mejorar nuestro hogar?...
Llego
a la conclusión de que a menudo los humanos nos alejamos de lo simple, que no
nos conformamos con vivir para procrear, que queremos dominar la Tierra pero
ella nos demuestra día a día que puede con nosotros, que por mucho que los
mejores científicos diseñen edificios magníficos, el día menos pensado llega un
tsunami o un terremoto, que de nada sirve dar datos de cuando se van a
descongelar los Polos si no se hace nada por evitarlo; que no somos capaces de
tirar una botella al contenedor verde porque la excusa perfecta es “como a mí
no me va a tocar” y sin embargo aceptamos que se manden cohetes al espacio que
tienen como finalidad un futuro lejos de la Tierra…
Mientras
paso las horas muertas tirada en el banco viendo el atardecer, en la otra parte
del mundo hay gente que, por desgracia, no tiene la oportunidad de pasar las
horas porque un terremoto ha acabado con su vida, que en otra una bomba ha arrasado todo lo que hay a su
alrededor, que otros están pasando hambre y no tienen ni para beber… Yo, a pesar de todo, vivo en un lugar,
podríamos decir que, tranquilo, las tripas no me suenan, no corro el riesgo de
que un tsunami se lleve mi casa y tengo más cosas de las que necesitaría para
sobrevivir, sin embargo ¿por qué no convivo con una sociedad feliz?, ¿por qué veo
que cada vez la gente quiere más?...
El
cielo está demasiado oscuro, me incorporo, creo que es hora de irse…
La
vida es como ese balón que ha pasado por mi lado hace unas horas, siempre hay
alguien que te frena; es como ese árbol que necesita de la tierra para vivir,
necesitamos un apoyo que nos dé fuerza cuando no la encontramos; es como ese
pájaro que sortea las ramas, siempre hay obstáculos que superar; la vida es
como la Tierra, damos vueltas buscando el Sol que más calienta, ese que mejores
cosas nos trae, ese que más luz aporta… Tenemos altibajos y necesitamos un
hombro en el que llorar como la Tierra terremotos tiene que soportar; ésta
alberga millones de personas, unas intentan ayudarla y otras todo lo contrario,
nosotros nos rodeamos de gente que nos hace crecer y otra que intenta
hundirnos…
Nacer,
sentir, crecer, sentir, quizá reproducirse, sentir, morirse y que otros sientan
por ti, eso es vivir…
No hay comentarios:
Publicar un comentario