martes, 22 de marzo de 2016

Banalidad, insensatez y muy poca humanidad

Escribo entre lágrimas 
porque me siento impotente, 
porque veo que han conseguido 
que seamos unos insensibles 
y que sólo nos preocupemos 
de lo que pasa de puertas para dentro 

Hambre, masacres,
discriminación, humillación,
barbarie, guerra
poder, dolor

Hipócritas que sólo se acuerdan 
de los desprotegidos 
cuando las bombas caen
en países vecinos 

Demagogos que quieren protagonismo
con capas de desinformación
a la espalda

Periodismo, al que llamo
morbo, que pregunta 
a víctimas desconsoladas
sin tapujos, 
sin distancia
y sin respeto. 

 Estoy harta de que sólo estemos 
para ponernos el lacito negro
 en el pecho 
y olvidemos que 
las desigualdades, las injusticias
y las guerras 
no se arreglan en un momento 
sentados con el móvil en la mano,
cambiando la foto de perfil de Facebook
a una con la bandera del país que ahora
está desolado. 

Mundo frívolo,
banal,
insensato
y muy poco humano...

lunes, 21 de marzo de 2016

Anclados en el pasado, trenes esperando

Aferrarnos al miedo 
a la cobardía 
al qué dirán 

Privarnos de sentir,
de viajar a través de miradas,
de explorar pieles jamás visitadas

Por no ser capaz de pasar el billete 
que enciende la luz verde
que da paso a nueva aventura
o quizás, a una nueva locura 

De qué sirve aferrarnos a un "se marchó" 
Si podemos hacerlo 
a un "está llegando" 
o a un "vendrá"

Para qué vivir en el pasado
si ya no podemos cambiarlo
si ya huele a rancio
si su eco está dejando de ser escuchado

¿Para qué quedarnos anclados
si hay miles de trenes pasando 
y al menos uno,
nos está esperando? 


Feliz día mundial de la POESÍA a todos los que nos deleitamos leyendo, a través de versos, la vida. 

(Gracias a todos los que dedicáis un minutito a leer lo que escribo, cada visita lo es todo para mí)

lunes, 14 de marzo de 2016

Aire (II Parte)

Venirme aquí fue difícil, dejar todo, empezar de cero en un sitio que no conozco, con una cultura completamente distinta y sola, sobre todo sola…

Me preparé como cualquier otro día, aunque no lo fuera, y me dirigí al aeropuerto con nervios en el estómago… La vi salir, tacones de suela roja,  vaqueros apretados, camisa blanca ahogada por el cinturón de piel, collar de plata, americana negra y el carmín en los labios… Hacía mucho que no veía a mi mejor amiga, pero seguía con esa cara de niña, esos hoyuelos cuando se reía y esa espontaneidad, también llamada locura, que siempre me había cautivado… Cuando me marché pensé que nuestros fuertes lazos quedarían en el olvido, que Londres no estaba lo suficientemente cerca como para visitarme a menudo y que además, yo no podría ir a Madrid porque compaginar trabajo con estudios no me dejaría tiempo libre y sin embargo, afortunadamente, me equivoqué…

De vuelta a mi pequeña habitación en el centro londinense no paramos de hablar… Me contó cómo le iban los últimos meses como universitaria, sin olvidarse de insistir en que teníamos que comprarnos juntas el modelito para la graduación, que el supervisor de su trabajo de fin de carrera era una persona muy cultivada y que eso le facilitaba mucho el proceso. Su familia seguía como siempre, su hermano insoportable en esa edad del pavo que también nos acechó a nosotras no hace tanto y sus padres sacando adelante la empresa. Yo la escuchaba boquiabierta, llevaba un tiempo ansiando escuchar una voz conocida y en mi idioma…

Llegó mi turno y como si se tratase de un muñeco al que dan cuerda, comencé a contarle todo lo que me había sucedido en mis primeros seis meses fuera de casa, cómo estaba y que, para qué engañarme, la había echado muchísimo de menos al igual que a mi familia.

Tras pocas horas de sueño y muchas recorriendo los lugares más especiales de Londres la vi haciendo la pequeña maleta que había traído y pensé que jamás cuatro días se me habían pasado tan rápido… La acompañé al aeropuerto y tras una agridulce despedida con promesas de vernos pronto se marchó…

Al llegar a mi caja de cerillas, me tumbé en la cama y reflexioné sobre todo lo que había pasado en mi vida en los últimos años, era el momento adecuado…  Terminé esa etapa tan mortificante para cualquier estudiante como es el bachiller, no tenía ni idea sobre mi futuro y creo que en esos momentos escuché a mi corazón decidiendo que mi vocación en la vida era la de escribir y emocionar a la gente a través de las palabras… Entré en la facultad con miedos, inquietudes y sobre todo ilusión por vivir una nueva etapa en la que aprender y por qué no conocer a alguien con el que compartir todas esas emociones. Al poco tiempo apareció esa personajilla que acaba de marcharse en un avión. Es, paradójicamente, tan distinta y tan igual a mí…
Sin darme cuenta llegó el cuarto año de carrera y decidí que quería salir de mi hábitat, conocer mundo, vivir experiencias nuevas que me hicieran ampliar horizontes, crecer como persona y respirar un poco…

Estaba siendo una experiencia muy bonita pero a la vez complicada, aquí no tenía a nadie con quien poder desahogarme, reírme, pasármelo bien… Si me ponía mala no estaba mi madre para decirme si eso era de paracetamol o de ibuprofeno y sin embargo sentía que todo esto estaba mereciendo a pena, que en la vida no son todo flores que a veces tienes que sentirte un poco sola para echar de menos a esos a los que un día dijiste que te dejaran en paz, nunca llegué a imaginar que se podían añorar tantas cosas... Y es que son esas circunstancias las que me hacían darme cuenta de la cantidad de pequeños detalles que me brindaba la vida, que no todo era tan malo, todo lo contrario, que es mejor querer matar a tu amiga que echarla de menos…

En estos instantes me estoy levantando porque nadie me va a hacer la comida y ahora que lo pienso, creo que debería ir a comprar…

sábado, 12 de marzo de 2016

No por no fallar
sino por estar
por dar
y no esperar

Por escuchar, 
 ayudar
por hacerme crecer
y mejorar 

Por las noches de comedias
pero también 
por los dramas nocturnos 

Por las risas, los audios
y los llantos 

Por demostarme que 
las pantallas son más
que cristal y que
la distancia sólo 
un obstáculo fácil de superar

Por enseñarme que si se quiere
se puede y que rendirse
y tomar el camino fácil, al final es
sólo eso, fácil y que lo fácil
no hace sonreír, no hace los ojos brillar.

Por las confidencias y las tonterías,
por alegrarme más de uno y dos días.

Pero sobre todo, 
por haberme dejado formar parte de tu vida.


(A ti, porque eres fuerte y porque puedes) 



jueves, 10 de marzo de 2016

No puedo más, adiós (I Parte)


 “Una noche de luna llena sin estrellas, una calle en la que el aire es el único transeúnte, la pluma que su padre le regaló, unos versos sin acabar y el cuerpo de Simón sobre las escaleras con un reguero de sangre brotando de su cabeza…”

Terminé de leer el primer párrafo del libro y lo cerré de golpe, eran las dos de la mañana y no me apetecía empezar una novela negra sin nadie en mi casa. Me aseguré de que la puerta estaba cerrada, cogí al cachorro de Westy en brazos, lo dejé en la cama, me lavé la cara y los dientes.  Me acosté, mañana sería otro día…

Sonó el despertador y lo apagué sin mucho cariño, me levanté, me mojé la cara esperanzada por ver si el agua congelada me despertaba definitivamente. Cogí una camiseta blanca, unos vaqueros y las vans, colonia, raya en el ojo, labios pintados, llaves, mochila y casi dos horas de tren, como todas las mañanas…

Había metido aquel libro policiaco en la mochila y a quince minutos de llegar lo saqué. Sólo quería observar la portada, esa que tanto me llamó la atención en la librería y que me convenció hasta llevarme a la caja para pagarlo. No era muy amante de este tipo de géneros pero no sé por qué sabía que ese libro era diferente…

Me bajé del tren mientras lo guardaba, me dirigí hasta mi clase donde me estaría esperando la loca de mi mejor amiga que como cada mañana me informaba de todas las noticias que habían acontecido hasta el momento en el mundo y, sobre todo, en su vida… Al llegar allí no la vi y me extrañé porque desde que la conozco nunca se ha perdido una clase por muy mala que estuviera. Saqué mi móvil y escribí un mensaje rápido “¿Dónde estás?”, no tardó mucho en contestarme… “No te vas a creer lo que ha pasado… al salir de casa mi vecino, el poeta ese del que tanto te he hablado, estaba en las escaleras de fuera con un buen golpe en la cabeza”, en ese momento recordé el primer párrafo de la novela, no podía creer que estuviese pasando lo mismo, había leído muchas en las que al protagonista terminaba sucediéndole lo mismo que al personaje del libro que leía… Tras este lapsus mental contesté el mensaje con un “No puede ser…” a lo que ella respondió “Pues claro que no puede ser… Estoy leyendo el libro que me dijiste el otro día y estoy enganchadísima, lo siento pero hasta que no lo acabe no salgo de mi casa” Menos mal que no la tenía delante porque si llega a estarlo… la mato, ya estaba suficientemente paranoica las últimas semanas como para que alguien me volviera más loca. Guardé el teléfono en mi bolsillo y aunque estuvo vibrando toda la mañana no lo toqué.  Terminaron las clases, fui a la cafetería a por un bocadillo y decidí que no era momento para volver a casa así que me fui a recorrer el centro de Madrid.

Pasé a unas cuantas tiendas porque tenía que hacer unos regalos pero parecía no ser mi día, así que pensé que lo mejor sería llegar a casa, darme una ducha, ver algún capítulo de Breaking Bad y acostarme. Abstraída en mis pensamientos el camino de vuelta se me hizo muy corto…

Cuando llegué a la universidad al día siguiente, mi querida amiga, a la que casi mato, me esperaba con los brazos abiertos, pero le dejé ver que no estaba para abrazos y mucho menos para bromas… Al pasar por su lado  ni siquiera la  saludé… Me senté en la mesa, me quité los cascos y las gafas de sol, saqué un buen taco de folios y un bolígrafo Bic azul, no presté ninguna atención a la clase... 

Estaba realmente harta, necesitaba unas vacaciones, salir y olvidarme de todo… El último año me iría de Erasmus, había tomado la decisión.

martes, 8 de marzo de 2016

A ti, mamá

He oído muchas veces salir de la boca de mi madre : "Lidia, eres defensora de las causas perdidas e hija, te las van a dar todas en el mismo sitio" 

Hoy mamá, quiero decirte algo... 

Lucho cada día que llamas a mi puerta para que me despierte por no ser la esclava de nadie (como siempre me has dicho) por ser una mujer autosuficiente, independiente, que no dependa de la figura de nadie para sentirse realizada en la vida. Lucho porque siempre tiene que haber alguien que ponga la primera piedra para cambiar esto y con ello, no pretendo ser una Clara Campoamor o una Virginia Woolf, pretendo ser Lidia y que nadie crea que por ser mujer soy menos. Lucho por ti, por la abuela, por la tía, por las mujeres maltratadas, por las asesinadas y por todas aquellas que no tiene voz, por esas que no pueden levantarse por la mañana gritando que son personas. Lucho por querer a quien quiero, cuando quiero y como quiero sin esperar críticas. Lucho por cobrar lo mismo que mi compañero varón cuando me introduzca en el mundo laboral. Lucho por ir a una entrevista de trabajo y que se ciñan a mi curriculum sin preguntarme si tengo intenciones de tener hijos a corto plazo. Lucho por un mundo en el que no me miren como un trozo de jamón en el plato si llevo escote o unos pantalones apretados. Lucho por evitar eso que ellos llaman piropos y yo llamo insulto. Lucho para que un día las mujeres dejemos de ser portada de revistas en las que nos enseñen cómo mantenernos en forma y cómo vestirnos para conquistar en una cita. Lucho para que deje de mutilarse porque también tenemos derecho al placer propio. Lucho para que nadie me llame feminazi por defender mis derechos. Lucho para que ninguna mujer lleve una etiqueta de "lo sabe hacer todo, aprovéchate". Lucho para que se deje de vestir de rosa y azul. Lucho para que una niña con una botas de fútbol no sea un machorro y que a ninguna se le diga que debe vestir femenina. Lucho para acabar con esta banalidad. Lucho para acabar con lo que yo considero un ataque y el resto considera normal, o lo que es peor, cultural. Lucho por romper un contrato por ser mujer en el que parece que aceptaba ser menospreciada y que nunca firmé. Lucho por no tener una señal en el calendario, para que esta lucha se vea reflejada en mucho más que un lazo morado o en un día señalado. 

Lucho porque me gustaría mirar al mundo y ver, que las cosas han cambiado. 

Mamá, estoy cansada pero no vencida, porque cada piedra que he encontrado y encontraré habrá merecido la pena cuando un 8 de marzo o cualquier día del año, una mujer se levante por la mañana, mire por la ventana y vea que, de verdad, todo ha cambiado, que la falsa libertad que vivimos es cosa del pasado. 


Mamá, no sé si lo estoy haciendo bien, sólo sé que
me enseñaste a no rendirme y eso, es lo que intento hacer.  












jueves, 3 de marzo de 2016

Puntos suspensivos

He intentado escribirte tantos poemas
que me he quedado sin ideas.
Me he perdido en la rima, en cada verso
en todas y cada una de las estrofas
que componen mi (tu) cuaderno.

Me perdí en ti, 
aún sabiendo que eras imposible 
pero debes saber que
me enseñaron a no rendirme. 

Me llegué a preguntar si 
de verdad eras parte de mi utopía,
porque eras experta en dar largas
pero eran tan irónicas 
que lo único que conseguiste fue que me acercara. 

Te lo tomaste como un juego 
en el que tú apostabas como lo hace un niño pequeño
que apuesta su juguete menos preciado.
Pero enfrente estaba yo,
que apostaba en cada mensaje, en cada palabra, 
en cada mirada, en cada movimiento,
 que sí, apostaba mis sentimientos. 

Sé que te diste cuenta de que todo 
dejó de ser un juego 
y que quizá las apuestas, aunque sean con muñecos 
se pierden y que entonces, 
llega el miedo, la indecisión, el no saber qué hacer 
y el arrepentimiento. 

Te diste cuenta de que no era yo 
la que agarraba tu mano en 
los paseos por Madrid y que los planes
los pensabas conmigo y no con quien dormía contigo.

Perdona que sea sincera pero,
no supiste afrontar la situación,
se te fue de las manos 
y me mandaste lejos aún sabiendo 
que no podías negar todos y cada uno 
de tus malditos sentimientos. 

Es paradójico que acabases tu argumento
con puntos suspensivos, como si tus entrañas 
estuviesen gritando que 
lo que de verdad querías
era un punto y aparte

Una nueva estrofa en la que perdernos,
un cuaderno limpio que esta vez
no fuese  ni tuyo ni mío,
una hoja en blanco
que ocupase un soneto.

Pero nunca fuiste de tradiciones,
se te daban mejor las traiciones. 

Y te delataste, porque aquellos tres simples puntos
dejaron volar toda tu inseguridad 
y poca certeza 
de ponernos
un punto 
y final.