La venda yace tirada y
ahora el corazón siente.
He secado el agua que riega mis mejillas,
he intentado frenar la bomba que late
con un torniquete.
La hemorragia interna no se detiene
y la sangre que ahoga mi cuerpo
sabe que ya no inundará
aquellos recovecos que visitaba
cuando aparecías para dejarme sin aliento.