martes, 21 de marzo de 2017

Metafísica de tu cuerpo sobre el mío

Tu reflejo desnudo, 
como tu cuerpo,
en la pared de la habitación
que queda iluminada 
por la luna y tus pupilas

El silencio que silencia
tu respiración 
y el agitado palpitar de esa bomba 
que algunos locos llaman corazón

La llama del mechero que enciende
(no menos que tu piel)
la vela de vainilla 
que tiene el privilegio
de contemplar la obra de arte 
que delimita cada curva de tu cuerpo 
y el sublime espectáculo 
de cada uno de tus movimientos

El verso que compones 
con cada mirada

La estrofa que acompaña
cada susurro 

El poema que escribe
tu espalda arqueada 

La génesis de una metafísica 
que no recoge ningún libro de filosofía 

La poesía, de tu cuerpo sobre el mío,
que nunca 
podrá ser escrita


Feliz día de la poesía 


domingo, 12 de marzo de 2017

Utopía

He caminado sin rumbo, intentando encontrar una línea de meta que pudiese traspasar. Lo he hecho en silencio pero gritando, sonriendo mientras me secaba las lágrimas con el dorso de la mano.

Me he detenido buscando una bocanada de aire fresco como lo hace un recién nacido que no sabe lo que es llenar cada alvéolo de oxígeno y, sin embargo, el instinto le dice que es la única forma de estar vivo.

Me he caído, me he roto el pantalón y me he clavado incontables chinas en la mano. Pero me he levantado, me he sacudido el polvo y he continuado.

He repetido inconscientemente mil veces este proceso y no he conseguido toparme con ninguna bandera a cuadros.

Exhausta, he analizado la situación y me he dado cuenta de que he cometido varios errores... No mirar atrás y creer que caminaba sola.

(Acabo de entender por qué Machado decía que “al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”)

Ahora, miro a los lados y veo a todas esas personas que me han acompañado siempre, que se han detenido en busca de esa bocanada de aire, que se han caído y se han levantado sacudiéndose el polvo, dejando ese orificio en el pantalón.

También puedo observar a aquellos que nos miran desde la barrera, a los que giran la cabeza al vernos pasar, a los que nos aplauden e incluso a los que se echan las manos a la cara y nos increpan.

Cada uno tiene una historia y un camino que narrar pero hay algo que les une, ninguno tiene sangre en las manos, ni polvo en sus ropas.

Hoy he entendido por qué no hemos sido capaces de encontrar esa bandera y esa meta a pesar de los kilómetros recorridos.

Hoy he recordado por qué aquel día en el que todavía paseaba de la mano de mi madre, al preguntarle que qué era la igualdad; tras un breve pero eterno silencio, me respondió: “una utopía, cariño, pronto lo entenderás”

miércoles, 8 de marzo de 2017

Hoy

Hoy, otro año más, vuelvo un 8 de marzo para escribirte, para escribirme, para escribirnos.

Hoy, te escribo desde la esperanza inquebrantable de la mujer que se levanta cada mañana, con vulva o pene entre las piernas, y mira por la ventana deseando que el único minuto de silencio que se cumpla sea el de dos bocas que al unísono escriben el mejor de los poemas jamás escrito.

Hoy, te escribo desde la inocencia de esa niña con dos coletas que se tira por el tobogán ignorando el abismo que, por desgracia, le espera.Hoy, te escribo elevando la voz de todas aquellas a las que se la arrebataron y arrebatan cada día.

Hoy, te escribo desde la memoria recordando a cada una de las que salieron a la calle y se atrevieron a ser rebeldes luchando por ser iguales.

Hoy... Hoy te escribo deseando no tener que escribirte un mañana. 

(He intentado mantener la compostura escribiendo estos primeros párrafos, pero para qué mentir, no es la tinta la que hoy deja huella, son la rabia y las lágrimas quienes se manifiestan en estas palabras) 

Sigo escuchando todos esos gritos internos y observando todas esas miradas carentes de esperanza que acompañan a cada mujer asesinada, cada etiqueta forzada, cada abuso y violación, cada insulto por defender lo que nos pertenece (nuestra vida y nuestras decisiones), cada juicio de valor por nuestro comportamiento, vestimenta y hasta por la forma en la que respiramos.

Ahora dicen que somos unas feminazis que nos quejamos porque es la nueva revolución y está de moda... Y qué pena que admitan como moda la defensa de unos derechos que llevan recorridos tantos kilómetros, tantas banderas y la lucha de tantas mujeres que murieron sin poder ver que sus hijas y nietas cogían un sobre y una papeleta para decidir sobre el mundo en el cual vivían. 

Hace un año le escribía a mi madre que todo esto merecería la pena cuando una mujer se levantase por la mañana y al mirar por la ventana viese que, de verdad, todo había cambiado... 

Mamá, 365 días después sigo sin poder decirte que toda nuestra lucha ha merecido la pena.

Hace justo un año le escribía a mi madre que me había enseñado a no rendirme y que eso era lo que intentaba hacer. 

Mamá, sigo intentándolo.