En la incertidumbre de unos labios mojados
se ahogan aquellas horas
en las que, sin miedo,
te recitaron.
En el palpitar de mi corazón herido
se esconde la tinta
de todos los versos
que no te he escrito.
En la soledad de una copa vacía
resurgen las fobias que espantamos
aquella noche de verano.
En la ilusión de un buzón
el 21 de diciembre
se desangra una carta sin destinatario
y una disyuntiva como remitente.
En la belleza de este anochecer solitario
se funden con la oscuridad
aquellos planes sin cuenta atrás
que nos prometimos
con Dorian de fondo
y el corazón en la mano.